viernes, 4 de febrero de 2011

¿En la Calle o en Casa?



“Que bien vivíamos antes de la Ley Antitabaco disfrutando de nuestras amistades en un acogedor restaurante y compartiendo la sobremesa cigarrillo en mano. Qué placer lejano” me dice mi amiga Irene antes de salir a la calle a fumarse su cigarrillo con una temperatura rondado los cero grados. Para los que no fumamos cigarrillos (solo me meto entre pecho y espalda algún habano si el momento y la dicha lo requiere) esta Ley demagógica e injusta nos ha creado una situación un tanto rara (al final los políticos nos dirán cuando y en qué postura lo deberemos hacer). Me explico. Si estás con un par de amigos que fuman, llega un momento que la conversación se realiza en la calle, da igual si llueve, nieva o haga sol, estés tú o no. En el caso de estar con una mujer, te sientes como si estuvieras con una persona con cistitis crónica que la hace levantarse cada corto espacio de tiempo. A lo que hay que unir esa idea de caballerosidad e hidalguía que te compromete a acompañarla al exterior del local para helarte junto a ella y seguir la conversación mientras ella echa el humo de su ansiado cigarrillo y tu el vaho de tu aliento que es muestra inequívoca de que hace un frío del carajo.

Sobre estas ideas o nuevas situaciones empezamos a entablar una amena conversación. Irene defendía que antes de la Ley antitabaco las personas que tenían o tienen servicio doméstico en casa, aunque no se pudiera comunicar perfectamente con él porque a veces no hablan el español lo suficientemente fluido, lo más importante era que fuera cariñoso y cuidara bien a los hijos. Sobre todo cuando se dependía/depende del servicio doméstico para poder salir a cenar con las amistades.

Los dos creemos que las limitaciones a beber y fumar que nos están imponiendo van a fomentar la vida social en los domicilios, como se hacían en otras lejanas épocas. Pero ¿quién tiene un comedor y cocina espaciosos para ejercer de anfitrión? Y si lo tiene ¿Sabe cocinar suficientemente bien?¿Le deja su trabajo el suficiente tiempo libre para poder organizar el evento? Y si no sabe ¿tiene una persona de servicio doméstico que pueda estar a la altura? Porque, amigos, ser anfitrión es toda una responsabilidad ya que todo lo que sientan los invitados bajo nuestro techo recae solamente en nosotros.

Mi amiga Irene ya tuvo hace diez años una empresa que se dedicaba a formar al servicio doméstico. En menos de diez días volvía la persona al lugar donde trabajaba siendo una experta en todos los quehaceres de la casa incluyendo un poquito de protocolo y conocimiento de las principales recetas de la cocina española (bueno si la persona era un zote, me imagino que Irene tardaría un poco más con el proyecto, pero lo conseguía).

Y viendo como está la cosa decidimos que a lo mejor es un buen momento para reactivar esa Escuela de Servicio Doméstico o escribir un libro de ayuda que abarque todas las situaciones de la casa, que también puede venir bien a muchas personas solteras y divorciadas, principalmente.



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